11 de mayo de 2017

Es el pasado que me alcanza



EL INSÓLITO Y BOCHORNOSO FALLO DEL 2X1 A UN GENOCIDA RECIBIÓ UN AMPLIO REPUDIO SOCIAL Y POLÍTICO 

¿Por qué una mayoría circunstancial de la Corte, cercana al gobierno, dictó un fallo tan impolítico? ¿Lo impulsó Mauricio Macri o los tres jueces actuaron por su cuenta? ¿Cuánto le importan al Presidente las violaciones de los derechos humanos? Es evidente que todavía hay dificultad para poder cerrar un relato único sobre la dictadura cívico-militar-eclesiástica 1976-1983. Aún hay quienes insisten en que no hubo un plan genocida y que se trató de una “guerra sucia” en la que se enfrentaron nuestros gloriosos militares con delincuentes subversivos financiados desde el exterior. Es un pasado que no desaparece; que cada tanto nos alcanza porque insiste en ser presente. 

Por Marcelo R. Pereyra 

2x1 no va a quedar ninguno (preso) 

La ley 24.390, conocida comúnmente como “la del 2x1", se votó en 1994, cuando durante el gobierno de Carlos Menem se produjo un brutal motín en el penal de Sierra Chica,  como salida para descomprimir la situación de las cárceles, repletas de presos sin condena. Al sistema penal argentino nunca le importaron las condiciones de vida en el presidio, lugar que, según la Constitución es para reeducación y no para castigo. En la práctica las cárceles son depósitos donde se amontonan presos, la mayoría de ellos procesados pero no condenados, sin que los jueces se apuren mucho por definir su situación procesal ya que sus señorías prefieren tenerlos adentro antes que afuera, no importa el delito cometido y ni siquiera si son inocentes o culpables. Cualquier cosa antes de que caiga sobre los magistrados el pesado mote de garantistas.

Pero aún con el 2x1 las cárceles, sobre todo las de la provincia de Buenos Aires, siguieron llenándose de presos, no sólo porque aumentó el número de delitos cometidos, sino también porque no se agilizó ni simplificó el viejo Código procesal penal de la Nación (ley 23.984).Según la Procuración Penitenciaria de la Nación (www.ppn.gov.ar/sites/default/files/Estadística%20carcelaria%202014_1.pdf) la población carcelaria argentina se duplicó entre 1999 y 2014 (pasó de 34.000 a 69.000). En 2015 había ya 71.000 presos, 68000 varones y 3000 mujeres, la mayoría ubicados en el rango etario que va de los 24 a los 35 años. El 80 por ciento con instrucción primaria incompleta. Solo la mitad de ellos tiene condena (el delito más frecuente es el robo). En el territorio bonaerense las cárceles tienen capacidad para 26.000 internos, pero en 2015 había 32.000: es decir, una superpoblación de 6.000 internos. Las comisarías también son depósitos de presos: en mayo de 2005 la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió favorablemente un recurso de habeas corpus interpuesto por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), que pedía, entre otras cosas, que cesara la situación de “superpoblación y el consecuente hacinamiento que deben padecer las personas privadas de su libertad” en las 340 comisarías de la provincia de Buenos Aires, adonde hay capacidad para albergar 3178 detenidos, pero se alojan en sus calabozos 6364 (según datos del mes de octubre de 2001).

Así, una ley destinada a favorecer la situación de reclusión de presos “comunes”, dictada para compensar la intrincada y morosa burocracia procesal penal, fue utilizada por tres jueces supremos para beneficiar a terroristas con uniforme militar, culpables de haber cometido delitos de lesa humanidad. Estos delitos tienen una consideración especial en los tratados de derecho internacional a los que la Argentina ha adherido: no sólo son más graves –por lo tanto no merecen beneficios ni indultos ni conmutaciones de pena- sino que se considera que son imprescriptibles porque sus efectos permanecen el tiempo. Por lo tanto, el fallo de los cortesanos se da de patadas con esta jurisprudencia. Ya la Corte venía dando muestras de cierta indocilidad cuando consideró en otro fallo que el país no estaba obligado a cumplir con sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, renegando así de una importante tradición histórica que tenía el país en materia de derecho internacional. 

¿Por qué? 

¿Impulsó el gobierno este fallo? Los indicios apuntan a una respuesta afirmativa. Lo firmaron los dos jueces propuestos por el gobierno, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz. Rosetti fue ministro de Justicia de Néstor Kirchner. Rosenkrantz es de origen radical, fue abogado del Grupo Clarín y de la Comunidad Homosexual Argentina, y en 2007 publicó un artículo en el que atacó la declaración de la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Ambos fueron designados con el voto favorable de los senadores kirchneristas. En cuanto a la tercera firmante, Elena Highton, es sugestivo que el gobierno no haya apelado el amparo que le permite reatornillarse en su cargo hasta después de los 75 años. ¿Acaso la suprema devolvió ese favor?

¿Por qué querría este fallo el gobierno? ¿Acaso no previó todas las reacciones desfavorables que suscitó? ¿En qué podría beneficiarlo? Aquí solo pueden hacerse  muchas especulaciones, aunque con una base indiscutible: Mauricio Macri y algunos de sus funcionarios relativizan todo lo relacionado con la dictadura militar-civil-eclesiástica 1976-1983 y su irrespeto por los derechos humanos. El Presidente ha dicho que “lo de los derechos humanos es un curro”; el director de la Aduana, el que lo fueron pero volvió, Juan José Gómez Centurión, quien supo ser milico carapintada, dijo no compartir que “la dictadura haya sido un plan genocida"; Darío Lopérfido, referente cultural del oficialismo y posible futuro embajador en alguna parte, cuestionó la cifra de 30.000 desparecidos. Macri, fiel a su estilo négligeé, afirmó al respecto que “no tengo la menor idea de cuántos desparecidos hay”. Sin perjuicio de su mayor o menos exactitud, la cifra de los 30.000 es un símbolo, es decir, está en lugar de algo a lo que representa. Por lo tanto, cuestionar esa cifra es cuestionar a los desaparecidos y, de alguna manera, reivindicar a sus desaparecedores. De modo que aun no habiendo impulsado el fallo directamente el gobierno es culpable de haber creado un “clima de opinión” favorable al dictado del mismo. Es cierto, por otro lado, que con la decisión de los supremos el oficialismo no obtuvo un beneficio concreto, práctico. Más bien parece haber sido una “prueba de amor” ideológica hacia los responsables del terrorismo estatal. No por nada fue saludada favorablemente por La Nación. En su editorial del 9-5-17 dijo el histórico house organ de los militares: “Los delitos de lesa humanidad, en los que incurrieron ambos bandos en tiempos del enfrentamiento armado entre las fuerzas de seguridad y los terroristas revolucionarios, recogen desde siempre un merecido repudio. Hay también acuerdo respecto de la imprescriptibilidad de esos delitos, pero la unanimidad cede cuando se restringe ese carácter exclusivamente a los cometidos por la represión ilegal y se deja inexplicable e injustificadamente fuera a los cometidos por la guerrilla subversiva”.

Y, como no podía ser de otra manera, la iglesia católica se sumó al rendez-vousde los nostálgicos de la “guerra sucia” proponiendo una nueva “reconciliación” entre los familiares de las víctimas de ambos “bandos”. La respuesta al convite eclesiástico no fue muy favorable por parte de los familiares de los desaparecidos. Publicaron por allí algún cartel algo procaz pero muy elocuente: “No nos reconciliamos, no perdonamos. Métanse el 2x1 en el orto”. Y en cuanto a la no previsión de reacciones negativas, no sería el primer error político del gobierno de Macri, que varias veces ha avanzado en un tema para tener que recular inmediatamente, como lo hizo cuando pretendió eliminar el Día de la Memoria –el 24 de marzo- como feriado nacional. En el caso del supremo fallo primero hubo declaraciones a favor  del ministro de Justicia y del secretario de Derechos Humanos; luego, con cierta demora -cuando les llegaron los focus group, chicaneó el intendente Martín Insaurralde- algunos funcionarios se pronunciaron en contra. 

Nunca más 

"Teque teque, toca toca/ que esta hinchada está re loca/los milicos a la cárcel/2 x 1 las pelotas" (hinchada de Defensores de Belgrano, 5-5-17).

El fallo de la Corte recibió un amplio rechazo en distintos sectores políticos y sociales. Una enorme multitud concurrió al acto que se realizó en la Plaza de Mayo. Fue una emocionante fiesta popular en la que jóvenes y veteranos se unieron para expresar su repudio levantando los pañuelos blancos que simbolizan la lucha de las Madres. Insólitamente el sector liderado por Hebe de Bonafini decidió no participar argumentando que en la convocatoria se aludía al “Nunca Más”, y que a ella eso le sonaba a “los dos demonios”. También hubo concentraciones en otras ciudades del país y del exterior. En el Congreso oficialismo y oposición consensuaron un proyecto para limitar los efectos del fallo que fue aprobado casi por unanimidad y con una presteza nunca vista. Macri también tuvo que hacerse cargo de la situación, pero –como de costumbre- orinó fuera del recipiente: dijo que “siempre” había estado en contra del 2x1 porque “siempre” estuvo en contra de la impunidad. Como se dijo más arriba, la ley del 2x1 no consagró impunidad sino que fue la única alternativa que se les ocurrió a los legisladores de entonces para tratar de controlar la dramática y potencialmente explosiva situación de las poblaciones carcelarias. Como sea, ante la sanción del cuestionado veredicto de la Corte los políticos oficialistas y opositores estuvieron rápidos de reflejos y trataron de evitar que cualquier condena social pudiera caer sobre ellos. Con la velocísima sanción de la ley que limita los efectos del fallo, la inédita entente de Montescos y Capuletos pretende que se olvide lo más rápido posible que fue motorizado por los dos supremos propuestos por el oficialismo  que tuvieron el voto favorable de la oposición.

En el ámbito judicial un fiscal imputó a los tres supremos firmantes por el delito de prevaricato (resolución arbitraria y contraria a derecho por parte de un juez, a sabiendas de que dicha resolución es injusta), y distintos jueces y tribunales ya han contrariado el fallo negándose a ampliar sus efectos al resto de los terroristas de estado que lo han invocado para pedir su libertad.

Puede decirse entonces que con todas estas expresiones y medidas se repuso el consenso social y político de condena irrestricta al terrorismo de estado de los militares y sus cómplices políticos y religiosos. Se trata, empero, de una reposición momentánea, porque todavía subsisten: los editoriales de La Nacióncon la teoría de “los dos demonios” y los “excesos” en la represión; la “reconciliación” con la que insiste la jerarquía católica; los grupos en Facebook destinados a glorificar a los militares asesinos, violadores, apropiadores de bebés y secuestradores; los videos en youtube que pretenden enseñar cuál fue la verdad de la violencia, mostrando exclusivamente tapas de diarios con noticias sobre acciones de las organizaciones armadas; los comentarios en las redes sociales aprobando el fallo de la Corte y otras expresiones públicas y privadas que revelan que queda mucho por hacer para poder cerrar en un único relato el pasado de violencia institucional de los años 70 y 80. Cuarenta años después hay que seguir reafirmando que no se trató de una “guerra sucia” sino de un plan sistemático de desaparición de personas que tuvo como fin contrarrestar cualquier posible resistencia al golpe cívico-militar-eclesiástico de 1976; aún es preciso recalcar que no hubo dos “bandos” igualmente malos –los dos demonios-, que no hubo “excesos” ni “represión ilegal”, y que hubo –en cambio- una decisión de exterminar todo pensamiento que se opusiera a los cánones del neoliberalismo y del conservadurismo moral, social y político.

El tema de Celeste Carballo habla de “la vida que me alcanza”. Argentina tiene ese penoso y dramático pasado de crueles dictaduras que cada tanto la alcanza, porque se niega a ser pasado e insiste en ser presente. El consenso social y político repuesto en estos días deberá evitar que sea futuro. 

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Venezuela: barajar y dar de nuevo



NICOLÁS MADURO LLAMA A UNA ASAMBLEA CONSTITUYENTE 

Luego de las masivas movilizaciones oficialistas y opositoras, la salida de la Organización de Estados Americanos (OEA), el apoyo masivo de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) al diálogo y a la paz, el presidente venezolano Nicolás Maduro anunció un llamado a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). La oposición se niega a participar cuando viene solicitándola desde hace años. 

Por Marcelo J. Levy 

Aparece una posible salida. Una manera de encauzar la situación de tensión cotidiana que se vive en Venezuela. Luego de varios intentos de diálogo entre oficialismo y oposición, se abre una nueva vía convocada por el gobierno el 1 de mayo, sorprendiendo a propios y ajenos. La decisión de solicitar una Constituyente pretende frenar la escalada violenta que sufre Venezuela orquestada por la oposición en connivencia con Estados Unidos y varios países latinoamericanos. Lamentablemente,  el  Ministerio Público registra un total de 35 personas fallecidas y 717 heridas, como consecuencia de las manifestaciones ocurridas en el país durante el último mes.

La convocatoria de la ANC apeló al origen del proceso que tuvo la Constituyente de 1999 que se planteaba como una respuesta democrática y participativa de la sociedad toda. Este llamado no parece cerrar la crisis política que la derecha ha encarrilado a la vía violenta y que hoy solicita sea resuelta con votos. Maduro señala que ha dado el giro en la dirección electoral luego de agotar todas las vías para una solución dialogada con una oposición que no se muestra interesada en el tema, sino en el caos, en la desestabilización y en el injerencismo.

La oposición ha insistido en la realización de elecciones generales o adelanto de elecciones, mecanismos imposibles de aplicar si se respeta la Constitución. Y cabe recordar que el intento de convocatoria a un referendo revocatorio del mandato presidencial, fue abandonado en el camino por la propia oposición. 

La ANC apunta decididamente a reforzar la Carta Magna vigente. Requiere la  realización de elecciones directas y secretas de 500 constituyentes de todo el territorio. Es una propuesta consagrada en la Constitución. No obstante, ha sido abiertamente rechazada por los sectores de la oposición que la califican de "golpe de Estado" por "traicionar el legado de Hugo Chávez", con una clara intención de dividir al oficialismo y romper el frente Chavista. Lejos de traicionar, la convocatoria refuerza el proceso de la revolución bolivariana. De hecho, fue el mismo Chávez quien lo así lo decía: “No, el Poder Constituyente no puede congelarse, no puede ser congelado por el poder constituido. […] Algunos autores hablan del carácter terrible del Poder Constituyente. Yo creo que es terrible el Poder Constituyente, pero así lo necesitamos, terrible, complejo, rebelde. No debe someterse el Poder Constituyente […], el Poder Constituyente es y debe ser –compatriotas– potencia permanente, potencia transformadora, inyección revolucionaria para reactivar, muy de cuando en cuando, nuestro proceso bolivariano”. Chávez dejaba clara la necesidad de encontrar puntos que conectaran con el diálogo entre todos los sectores políticos de la Nación. 

Entre los objetivos  principales que persigue la ANC se encuentran: 
- Ganar la paz y reafirmar los valores de la justicia a través de un diálogo nacional.
- Ampliar y perfeccionar el sistema económico de Venezuela basado en la productividad, la diversificación y de carácter integrador.
- Constitucionalizar las Misiones y Grandes Misiones creadas por la Revolución Bolivariana.
- Constitucionalizar los nuevos elementos de justicia severa en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico en todas sus formas para garantizar la seguridad y protección del pueblo.
- Constitucionalizar las comunas y consejos comunales.
- Dar espacio a nuevas formas de democracia protagónica, participativa y directa.
- Defender la soberanía nacional y rechazar el intervencionismo.
- Agregar un capítulo sobre derechos y deberes de la juventud venezolana.
- Trabajar para prevenir los efectos del cambio climático. 

Desde 2013 se escuchaban voces opositoras que exigían convocar a una Asamblea Nacional Constituyente bajo el argumento de reconciliar al país. Esos mismos dirigentes políticos ahora la rechazan, cuando el mandatario Nicolás Maduro elige esa vía por la paz del país ante la negativa de diálogo de la derecha. El portal web Misión Verdad publicó en su Twitter las veces que llamaron a convocar a una Asamblea Nacional Constituyente los dirigentes opositores Freddy Guevara, Luis Florido, María Corina Machado y Leopoldo López, este último actualmente preso por ser el responsable del plan golpista "La Salida", que dejó 43 muertos en Venezuela y más de 800 heridos. 

En un escenario de caos social, colapso del sistema político y asedio internacional, la ANC intenta alternativas pacíficas. No cabe duda que hay sectores abiertamente adversos a esta –o cualquier otra- convocatoria, que los colocó en la encrucijada de acudir o no. Seguramente unos se sumarán mientras otros se abstienen. Ya la oposición se abstuvo de concurrir a las elecciones parlamentarias de 2005. El gobierno está asumiendo una alternativa política que busca, asimismo, deslegitimar  el discurso hegemónico global imperante. Desde el gobierno consideran que retirarse de la OEA y convocar a un proceso electoral apunta a quebrar matrices y posturas fuera de fronteras, dejando en claro que la política venezolana no se tutela desde afuera y las grandes definiciones pasan por la mediación política interna.

Mientras tanto, una oposición sin mayores argumentos sigue manteniendo la violencia en la calle, en un cóctel explosivo de impotencia, brotes de paramilitarismo y bandas armadas.

Europa y su declive democrático: el caso francés



AVANCE DE LAS DERECHAS 

Prácticamente la totalidad de las fuerzas políticas que se presentan en cada elección (como ha sido el caso francés recientemente) suelen representar al arco de la derecha política, social y mediática, en diversos grados, y además suelen complementarse con opciones falaces y engañosas llamadas típicamente "centristas", y que ofrecen más de lo mismo. Las opciones políticas que representan a la izquierda transformadora se vuelven cada vez más ausentes, o representan unas opciones mínimas frente al gran pastel de la derecha. A este pastel se unen también las opciones de ultraderecha o derecha extrema, como el FN de Marine Le Pen en el caso francés, a las que el pueblo vota por desidia, por despecho o por venganza con respecto a la actuación de otras fuerzas políticas que ya gobernaron en el pasado.  

Por Rafael Silva (desde Europa)

"Lo que acecha, conviene tenerlo en cuenta, es la consecuencia natural de esta Europa neoliberal en crisis: la norteamericanización de la vida pública europea. La UE es, cada vez más, la anti-Europa, una Europa no europea sino norteamericana y bajo hegemonía alemana: sistemas políticos gobernables donde los que mandan y no se presentan a las elecciones controlan férreamente a una clase política sin proyecto ni ideología y obligan a los electores a elegir entre la derecha y la mano izquierda de la derecha. Elegir siempre entre variantes de un mismo tipo de capitalismo y poner fin a la historia. ¿Qué historia? La del movimiento obrero organizado y la de los derechos sindicales y laborales; la de los grandes partidos de masas, la del control del mercado y del capital financiero, la del Estado social, es decir, la especificidad de una Europa permeabilizada por 150 años de lucha de clases, por durísimos conflictos sociales y nacionales, por dos Guerras Mundiales, por la esperanza de construir una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales comprometidos con la emancipación" (Héctor Illueca y Manolo Monereo) 

"Nunca una derrota fue tan necesaria ni una victoria tan amarga. Ojalá este dolor sirva para que Francia sepa reinventar su revolución francesa, su Comuna de París, su resistencia y, como ocurrió con La 9 y la División de LeClerc, entremos juntos a liberar nuestros países de los enemigos de ayer ahora que ya sabemos que obedecen órdenes de los mismos amos" (Juan Carlos Monedero)

El declive democrático de nuestro Viejo Continente se hace cada vez más palpable. Las opciones políticas se van centrando cada vez más en el "sota, caballo y rey", es decir, en los diferentes estilos de gestionar el neoliberalismo, unos más brutales y otras más suaves. Prácticamente la totalidad de las fuerzas políticas que se presentan en cada elección (como ha sido el caso francés recientemente) suelen representar al arco de la derecha política, social y mediática, en diversos grados, y además suelen complementarse con opciones falaces y engañosas llamadas típicamente "centristas", y que ofrecen más de lo mismo. Las opciones políticas que representan a la izquierda transformadora se vuelven cada vez más ausentes, o representan unas opciones mínimas frente al gran pastel de la derecha. A este pastel se unen también las opciones de ultraderecha o derecha extrema, como el FN de Marine Le Pen en el caso francés, a las que el pueblo vota por desidia, por despecho o por venganza con respecto a la actuación de otras fuerzas políticas que ya gobernaron en el pasado. De esta forma, se configura un panorama electoral europeo ciertamente desolador, donde no tienen cabida (y si la tienen es preocupantemente minoritaria) las opciones que de verdad pudieran suponer planteamientos rupturistas y transformadores respecto a los modelos económicos que nos gobiernan. 

Esto es lo que justamente acaba de ocurrir en el país galo: "Libertad, Igualdad y Fraternidad" eran los tres sublimes principios heredados de la Revolución Francesa, las tres patas donde se sostenía la República Francesa (al menos en teoría), los puntales de su fundación. Ahora, bajo el mandato del recién electo Presidente Macron (un convencido neoliberal), ¿podemos seguir afirmando que estos principios se aplicarán, o ya formarán parte de una vieja y vacía retórica? De entrada, las campañas electorales y los propios medios de comunicación que las difunden son las primeras armas engañosas de cara a los mensajes que recibe el conjunto de la ciudadanía. Para la segunda vuelta (ya había sido descartado Jean-Luc Melènchon, el único contendiente que representaba a la izquierda transformadora), ambos proyectos (el de Enmanuelle Macron y el de Marine Le Pen) se presentaban como antagónicos, incompatibles, radicalmente diferentes, cuando no es verdad... ¿Acaso no defienden ambos el capitalismo? ¿Acaso no representan diferentes grados del mismo sistema económico? ¿No son acaso ambos proyectos una continuación de lo que ya existe? Porque incluso podríamos valorar como positivas algunas propuestas del Frente Nacional, como la instauración de una moneda local francesa en coexistencia con el euro, o la celebración de un referéndum para la salida de la Unión Europea, pero si a ellas les sumamos el carácter racista, xenófobo y autoritario del resto de propuestas de Le Pen, se convierte en una opción absolutamente descartable.

Pero para los medios de comunicación eran proyectos antagónicos, lo cual confunde a la ciudadanía y difunde engañosos mensajes en torno al propio fondo de los mismos. La obsesión por presentar como distintos y alternativos a dos o más proyectos políticos (como en España hacen los medios con PP y PSOE) es una de las mejores conquistas del capitalismo, que deforma y socava la más elemental democracia, derivando al pueblo mediante la influencia del pensamiento dominante para decantarse, en el fondo, por un abanico de posibles opciones... iguales. De esta forma, el capitalismo (en su versión actual de un descarnado neoliberalismo) se disfraza, se presenta como un conjunto de opciones alternativas, nos engaña y nos muestra su faz más inteligente. Y se disfraza ofreciéndonos su cara amable, que es ese amago de democracia que padecemos, esa democracia burguesa, un sistema en el que todo el mundo puede, más o menos, opinar y votar lo que quiera, siempre que los grandes empresarios y banqueros decidan las políticas de los respectivos Gobiernos. Macron y Le Pen son dos piezas, dos peones de este infernal sistema. De esta forma, se elige siempre entre lo malo y lo peor, o entre lo malo y lo menos malo. Se elige entre la forma más cruel o la más suavizada de gestionar el capitalismo. En palabras de José López: "El capitalismo necesita aparentar cierta democracia para evitarla, para que la ciudadanía legitime en las urnas la dictadura camuflada que en verdad es". Las verdaderas opciones de izquierda (como la que representaba Bernie Sanders en Estados Unidos o Melènchon en Francia) son atacadas y silenciadas, con tal que únicamente prevalezcan las opciones más inofensivas para el sistema. 

Los líderes de la Unión Europea se mostraban preocupados por el crecimiento electoral de la ultraderecha, incluso preguntándose públicamente la causa de dicho fenómeno, ocultando descaradamente a la ciudadanía que es el propio sistema quien fomenta su crecimiento. Atilio Borón lo ha expresado magníficamente: "No puede haber Estado democrático, o una democracia genuina, si el espacio público, del cual los medios son su "sistema nervioso", no está democratizado. Son los medios quienes "formatean" la opinión política, imponen su agenda de prioridades, y en algunos casos --no siempre-- hasta fabrican a los líderes políticos (...) que habrán de gobernar. La amenaza a la democracia es enorme porque un sistema de medios altamente concentrado y hegemónico consolida en la esfera pública un poder oligárquico (...) que, articulado con los grandes intereses empresariales y con el imperialismo, puede manipular sin mayores contrapesos la conciencia de los televidentes y del público en general, instalar agendas políticas y candidaturas e inducir comportamientos políticos de signo conservador o reaccionario, todo lo cual desnaturaliza profundamente el proceso democrático". De esta forma, se configura a nivel europeo (y mundial) un sistema de gobernanza supranacional, controlado por esta mafia que no se presenta a las elecciones en ningún país, pero que ejerce el poder de facto. Retomo las palabras de José Carlos Bonino: "En la actualidad la industria mediática es un aparato ideológico creado con el objetivo pedagógico de darle legitimidad al Gobierno Mundial. Este gobierno mundial que comúnmente decimos que es el 1%, está conformado por el complejo militar-industrial, el sistema financiero, su brazo armado que hace la guerra pregonando la paz y el poder mediático a sus servicios que le da legitimidad política y cultural".    

El declive y la decadencia democrática están de este modo garantizadas. Porque incluso si en algún país triunfa electoralmente alguna opción pretendidamente de izquierdas, ya se encargarán las propias instituciones europeas y sus indecentes líderes de condenarlo al fracaso, amenazando a sus gobernantes con provocar el caos en el país si no se atienen a sus designios. Es justo lo que ocurrió en Grecia. Se vota por políticos que no tienen poder real, o que no poseen la valentía suficiente como para enfrentarse de verdad al sistema. Nuestras democracias son fachadas ilusorias, y el voto ciudadano ha sido despojado de todo su valor. JD McGregor lo expresó de forma muy gráfica: "No tenemos la elección del plato pero tenemos la elección de la salsa. El plato se llama "nueva esclavitud", con salsa de derecha pimentada o salsa de izquierda agridulce". El reciente caso francés lo ilustra perfectamente: el republicanismo ha sido despojado de sus auténticos valores, que tanto molestaban a las élites francesas y europeas en general. Molestaban el tamaño y la dimensión del Estado, los derechos sociales de la ciudadanía, los mecanismos de regulación del mercado, y las conquistas laborales del movimiento obrero. El republicanismo tenía que ser desmontado, y prácticamente lo han conseguido. Y es que las élites dominantes, como plantean Héctor Illueca y Manolo Monereo en este artículo, llevan años intentando imponer un nuevo régimen político contra la Francia republicana. El Partido Socialista francés (como el PSOE en España) lleva años inmolándose mediante sus continuos engaños y traiciones. Y así, han engendrado a un político como Macron, que viene a poner fin al régimen republicano francés, es decir, que viene a demoler lo poco que ya quedaba en pie del sistema de derechos y libertades que respondían a la trilogía de la Revolución.   

La tendencia actual es a la "norteamericanización" del sistema político europeo, cuyos principios ya expresara magníficamente Noam Chomsky: "En Estados Unidos sólo existe el partido de los negocios, con dos facciones, los demócratas y los republicanos". Los ejes izquierda-derecha se minimizan, se difuminan, sus fundamentos se pierden, se amalgaman entre un rosario de propuestas que dicen no abonar ninguno de los dos campos, y así, el mensaje que se ofrece a la ciudadanía es que las ideologías ya no sirven para nada. El nuevo Presidente Macron ha sido empujado, llevado en volandas por las élites francesas y europeas como la mejor opción para convertir la República francesa en una nueva República del capital con todas sus consecuencias. Se pretende mayor predominio de la gran empresa, así como una devastación absoluta de las conquistas sociales y laborales que el movimiento obrero ha arrancado durante siglos de lucha sindical. Y lo han hecho sacudiendo el espantajo de la extrema derecha, atizando el miedo social a un fascismo europeo que encarna la lideresa del FN, y que les ha venido de perlas para alcanzar su objetivo. Olga Rodríguez en este artículo lo ha expresado en los siguientes términos: "De cara a la galería el neofascismo puede salvar al capitalismo de sus propias contradicciones, temporalmente, desempeñando el trabajo más sucio, el papel de poli malo, cediendo al otro el espacio del mal menor, el del consuelo, poniendo en bandeja la amenaza". Y así, muchos ciudadanos y ciudadanas en Francia han acudido al voto a Macron con la nariz tapada, y muchos otros no han votado, o lo han hecho mediante un voto en blanco. Pero el fantasma del fascismo volverá, pues se alimenta de la propia indignación de los condenados por el mercado, y de nuevo saldrán las élites dominantes a infundirnos el miedo a la ultraderecha, para volver a salvar sus muebles. Mientras, todo cambia, para que todo siga igual, es decir, en la involución democrática, en el triunfo del neoliberalismo, en el "fin de la historia". 

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